Recorrer la planta de la hacienda azucarera San Carlos es caminar por un embrollo de cañerías calientes, escaleras metálicas y un acertijo de maquinaria compleja que marcha sola como en franquicias de indumentaria u otro tipo de franquicias exitosas. Encaja perfectamente en el clisé imaginado de industria gris y estruendosa. Mas huele dulce. Tanto que empalaga. El jugo de caña de azúcar, que pasa de fase en fase hasta transformarse en los pequeños cristales que se echan al café, se percibe aun ya antes de ponerse el casco y los tapones para los oídos. Ese proceso es solo el eslabón intermedio de una de las pocas cadenas productivas ecuatorianas de origen agrícola que se encarga asimismo de añadir valor añadido a la materia prima.
La Sociedad Agrícola y también Industrial San Carlos vendió de ciento cincuenta y siete millones de dólares estadounidenses (unos ciento treinta y cuatro millones de euros) en dos mil diecisiete y ocupa el puesto treinta y cuatro entre las compañías de un país cuyo PIB asciende a cien.000 millones de dólares estadounidenses. Con más de cien años de historia, la compañía distribuye el treinta y tres por ciento del azúcar que consume Ecuador y se ha subido a la ola de la tecnificación, la eficacia energética y la busca de nuevas vías de explotación para hacer en frente de unos costes del azúcar que son los más bajos de los últimos quince años debido a la sobreproducción mundial.
El biocombustible es su apuesta desde hace diez años. Obligada por el Gobierno precedente —como las otras 2 fincas azucareras que tiene Ecuador—, San Carlos incorporó a su proceso productivo la fabricación de alcohol anhidro, más conocido como el etanol. Es lo que se mezcla con la gasolina para venderse como comburente de origen vegetal. Mas la nueva línea de negocio está en cuestión desde el instante en que cambió el Ejecutivo. El Gobierno de Lenín Moreno, en una estrategia de ajuste de gastos, ya ha advertido a los destiladores de etanol que no renovará los contratos y que adquirirá el alcohol para el biocombustible al mismo costo que el importado.Competencia exterior
Eso complica la producción de San Carlos pues el biocombustible de caña de azúcar ecuatoriana, dadas las limitaciones que impone la temporada de lluvia en el momento de cosechar, no puede competir en costos con el etanol destilado en el exterior. “En USA sale del maíz y todos conocemos los fuertes incentivos que da el Gobierno estadounidense a la agricultura”, razona Augusto Ayala, gerente de la compañía. La temporada lluviosa solo deja procesar la caña a lo largo de 6 meses. Eso fuerza a tener más capacidad de producción para poder sacar el producto de todo el año en medio de tiempo.
La planta de instilación puede llegar a extraer doscientos diez litros al día, mas se sostiene en ciento cuarenta. Hay espacio para continuar medrando. Conforme el gerente, Ecuador solo incorpora a sus gasolinas el cinco por ciento de alcohol anhidro, al paso que en países vecinos, como Colombia y Perú, la mezcla llega al diez por ciento y al veinticinco por ciento en Brasil. Mas eso depende plenamente de los planes gubernativos.
Si no prosperara esa línea de negocio, San Carlos optaría por acrecentar la instilación de alcohol etílico, que se destina a licores, productos cosméticos, fármacos, etc., para aprovechar las instalaciones. Dada la minuciosidad que aplica la destilería Soderal — que es una parte del grupo—, el alcohol ecuatoriano “ha sido siempre y en toda circunstancia muy buscado en el mundo”, alardea Ayala, mentando que a lo largo de 3 años fueron distribuidores de Bacardi.
Aparte de los 2 géneros de alcohol, las veintisiete hectáreas de cultivo de caña de azúcar que tiene San Carlos en la zona Costa de Ecuador sirven al negocio originario de la firma: la fabricación de azúcar. Las plantaciones se hallan en las afueras de Guayaquil, la urbe que compite a nivel económico con la capital, Quito. En 3 ayuntamientos que han crecido merced al poderío de San Carlos (Marcelino Maridueña, El Triunfo y Naranjito).
“Para nosotros, la responsabilidad social es un eje fundamental por el hecho de que la producción azucarera precisa de mano de obra, y para traer a la gente a vivir a estas poblaciones, los dueños siempre y en todo momento se han preocupado de garantizarles la residencia, educación y salud a las setecientos cincuenta y 6 mil familias ligadas a la producción”, apunta Ayala.
San Carlos emplea a tres mil doscientos cincuenta personas y paga en salarios veintitres con cuatro millones de dólares americanos por año. De esos puestos, la mayor parte (dos mil seiscientos) son temporales, coincidiendo con la temporada de cosecha, de junio a diciembre. En ese periodo se procesan dos con tres millones de toneladas de caña de azúcar que, además de los alcoholes, dan sitio a tres con seis millones de sacos de azúcar de cincuenta kilogramos, a un ritmo de dieciocho a veinticuatro sacos diarios.
Personal
“La mano de obra se ha ido perdiendo. Si bien la ley no fuerza a sostenerla, le damos prioridad. Lo que pasa es que recortar caña es un trabajo durísimo y cada vez nos cuesta más hallar gente”, explica el jefe de cosecha, mientras que una máquina avanza y corta la caña. La automatización del cultivo empezó en 1996; en dos mil ocho, el cuarenta y cuatro por ciento del trabajo ya lo hacían las máquinas y el año pasado ya era el sesenta por ciento .
La tecnología asimismo ha ayudado a desarrollar nuevas variedades de caña de azúcar resistentes a las plagas autóctonas y adaptadas a las condiciones de lluvia y sol de Ecuador. Esa labor de investigación es fruto de la cooperación de toda la industria. Los 3 ingenios azucareros existentes en el país se unieron hace quince años para crear la fundación Fiade, a la que han destinado, desde ese momento, quince millones de dólares estadounidenses para la mejora genética de la caña ecuatoriana. Ya tienen 6 variedades propias.